La lógica «petrolhead«, o cómo vivir como un bicho raro a lo largo de tu vida.
Efectivamente queridos gurriatos, ser un «petrolhead» no se limita a una serie de comportamientos relacionados con el automóvil. Un «petrolhead» es una filosofía de vida, es una forma de comportarse absolutamente inesperada para el 99% de los humanos.
Un «petrolhead» nace, no se hace. No hay escuelas, ni masters ni nada en donde te enseñen a ser un «petrolhead». Cierto que los padres ya se temen desde que eres pequeño que vas a ser un enfermo de los coches.
Te compran el primer chisme con ruedas, ya sean unos patines, una bicicleta o lo que sea y lo primero que haces es quitarle todo el peso posible -frenos incluidos- y empiezas a plantearte ponerle el motor de la lavadora de casa. Para eso necesitas herramientas, por lo que en tu cuarto empiezan a aflorar herramientas en detrimento de los Madelman- (es aquí donde se ve que ya estoy en el lado malo de los 50).
Además tus padres, en especial tu padre, se siente abrumado por tu habilidad para desatornillar y desmontar todo lo que tenga tornillos en tu casa. Volverlos a montar es otra historia.
Aquí voy a contar un suceso de mi tierna infancia que es real: La primera televisión que llegó a mi casa saltó por los aires porque la intenté desmontar sin desenchufarla, yo tenía seis o siete años.
Necesitaba saber de donde salían los hombrecitos que aparecían en la pantalla. Mi padre, lejos de matarme a palos, que es lo que tenía que haber hecho se resignó y me dijo: ‘Hijo mío, tú morirás de algo técnico‘. Me salvó que en aquella época las televisiones llevaban un transformador aparte.
En el cole tu carpeta es altamente sospechosa, no llevas fotos de señoras con pechos generosos, peor, llevas fotos de plasticoches mientras tus compañeros te espetan: –¿Tu eres tonto o qué? donde esté el BMW X5M que se quite el 3 Eleven, y encima llevas aire acondicionado-. Tampoco pueden pegarte, porque en el fondo ellos saben que tú eres raro de cojones pero estás por encima de la media. En resumen: eres un superdotado en esto de los coches. Además a la salida del cole juegas a adivinar el coche que pasa por el ruido del escape. ¡No se me escapaba ni un 1430 ni el Mini 1275!
Donde la gente ya se rinde a tu superioridad es en dibujo técnico: ¡ARRASAS! tus secciones de piezas son mejores que las de los libros, y encima has tuneado el ‘Rotring’ para que sea un poco más fino y las uniones de líneas sean perfectas…….¡Que sí, que ya sé que soy viejo!
Llega la primera bici, una BH plegable… Primer problema. ¡Hay que mejorar esa dinamo, que quita mucha potencia a las piernas!. Al final, como era de esperar, la dinamo desaparece y la bici van sin luces. ¡AHORA SÍ, YA ERES OFICIALMENTE UN PETROLHEAD!
Seguiremos con el siguiente capítulo de esta apasionante serie: ‘La adolescencia de un petrolhead o cómo simultanear tu vida social y afectiva con tu moto‘.
Crónicas de un Petrolhead. Capítulo II: La adolescencia…
…O cómo simultanear tu vida social y afectiva con tu moto.
El ‘petrolhead‘, aunque parezca increíble, también crece y se desarrolla, así que la primera infancia poco a poco va dejando paso a la infancia tardía, momento en que el ‘petrolhead’ experimenta una transformación digna de una mariposa, capullo incluido.
(¡Ojo, que del diseño de la imagen anterior tenemos sudaderas y todo!)
La época curiosa pasa a ser una época experimental, así que el ‘petrolhead’ empieza a elaborar desarrollos propios. En aquellos días tuve una experiencia digna de un petrolhead como Dios manda:
Mi hermano, un apasionado de la caza, era una mente inquieta: además de hacer un cazabalines doméstico para poder disparar con la carabina en casa – no veáis como estaba de marcas de balines la puerta del dormitorio de mis padres al final del pasillo – tenía una pasión compartida conmigo: el Scalextric.
Así que durante varios Reyes pedimos pistas de Scalextric, y mi madre, que era una santa de altar nos permitía dejar el Scalextric montado en el comedor durante Navidad.
Una aciaga tarde navideña mi hermano y yo decidimos que había que dar un poco más de emoción al Scalextric, así que decidimos llenar las pistas con harina para hacer un circuito de rallies… El experimento resultó muy divertido, pero pronto quisimos innovar más. Echamos alcohol en vez de agua a la harina para así hacer barro y evitar que el agua estropeara las pistas, ¡perfecto!
Hasta que en un coche debió saltar una chispa, prendió el alcohol no sabemos como y se fue directo a las cortinas del comedor… A lo mejor no os acordaréis, pero en aquella época las cortinas eran de nylon o similar, y eso prendió como la yesca. Gracias a Dios estuvimos espabilados y sólo ardieron las cortinas y se tiznó un poco la pared, pero la que nos cayó fué de órdago.
Pero a lo que íbamos: el ‘petrolhead’ ya pasa de los juguetes al Scalextric y empieza a tunear los coches, además le empieza a salir pelo en los sitios mas insospechados y empieza a darse cuenta de que eso de la bici es muy cansado y que hay que empezar a plantearse una moto. Además empieza a percatarse de que hay otros seres humanos a los que les empiezan a salir bultos y cosas: las mujeres.
Así que tenemos al pobre ‘petrolhead’ con el sistema hormonal echo polvo, sin vehículo que gaste gasolina, con un Scalextric que se le queda corto y con ánimo innovador: así que decide dedicarse a la vida social y al deporte.
Pero el deporte no llena lo suficiente a un ‘petrolhead’. Empieza a darse cuenta de que una moto es lo que realmente necesita: Un aparato capaz de colmar su necesidad de gastar gasolina, además de servir para transportar señoras ¡y sin necesidad de sudar para desplazarse!. ¡Hay que conseguir una moto como sea!.
Pero, por primera vez en su vida el ‘petrolhead’ se topa con algo que va a llenarle de amargura a lo largo y ancho de su vida: La Administración del Estado. ¡Hasta los 16 no puedes tener moto!. En este momento quieres morirte, porque tienes amigos y conocidos que son unos meses mayores que tú y van a tener moto antes. ¡Hay que tomar medidas urgentes!
Así que diseñamos un plan de ataque para conseguir la ansiada moto: Lo primero poner un calendario en la pared para saber exactamente los días que te faltan para tener 16. Luego, decidimos incluso estudiar el código de circulación para presentarnos al examen a los 16 años y un día. Por supuesto el panfleto publicitario de la moto deseada se cuelga al lado del calendario.
Y lo más importante: el lavado de cerebro familiar. Absolutamente todos los días a partir de hoy le vas a recordar a tus padres la necesidad ineludible de tener un moto, además los argumentos que esgrimes son irrefutables:
– «En la moto (En Vitoria, ojo) no pasas frío, es cuestión de abrigarse».
– «Es que sin la moto tardo mucho en ir a clase (siete minutos andando en mi caso)«.
– «¡Es que se la van a comprar a todos los de la pandilla!«.
– «Me voy a quedar en casa, como el resto tiene moto y están en el monte de excursión…«
Así días y días. Tras miles de promesas de sacar matrícula de honor ‘cum laude’ y lo que haga falta aunque estudiemos FP tus padres claudican, y bajo promesa de no hacer el animal con la moto te la compran. ¡Victoria!. Orgulloso, excitado y henchido de alegría te conviertes de facto en un ‘Petrolhead‘.
Crónicas de un Petrolhead. Capítulo III: ¡Al fin gasto gasolina!
¡Al finnnnnnnnn! ¡Lo conseguiiiiiiiiiiiiiii! ¡Me compran la motoooooooo!
Tras innumerables sesiones de sofronización por tu parte, los santos de tus progenitores aceptan comprarte una moto. En mi caso fue un ciclomotor: Una Puch Minicross, pero ojo, la ‘super’.
Tras miles de promesas de no hacer el animal con la moto, me dirijo con ansia a la tienda de motos ‘Balbino’ de Vitoria a por mi flamante moto: allí estaba ella, toda amarilla, toda reluciente. La felicidad era en mí.
Tras las primeras vueltas con la moto, es decir al segundo día, afloró un sentimiento ‘petrolhead’ que ya no te abandonará jamás: ‘¡Esto no tira, hay que mejorar este chisme!’. Querido lector: en esta vida sólo hay dos cosas que siempre te acompañarán y que nunca cambiarán a lo largo de los años: tu espíritu ‘petrolhead’ y el amor por tu equipo de fútbol. Hasta San Pablo cambió de bando al caerse del caballo, pero el sentimiento ‘Petrolhead’ incluso aumenta a cada hostia que te metes con la moto.
Puedes cambiar de casa, de pareja, de perro, de amigos, de sexo, hasta de tatuajes, peeeeeeero jamás dejarás de ser un ‘Petrolhead’. No hay cura, no hay solución, no hay marcha atrás: incluso se ha dado algún caso de gente que ha cambiado de equipo de fútbol, pero jamás dejarás de ser un ‘petrolhead’, ya está en tu ADN, y te acompañará hasta el fin de tus días.
Tu vida, y esto es en serio, sufre un cambio radical: instintivamente buscas amigos que compartan tu pasión. Tu pandilla consta de gente con la que compartir tus experiencias motorizadas, pero desgraciadamente, así como aparece tu ADN ‘petrolhead’ también aparece la mayor hija de puta que existe en esta vida: la muerte.
Si, querido amigo. El paso de la infancia y adolescencia a la madurez suele coincidir con la presentación de la parca en tu círculo de amigos, y así en mi caso se presentó al llevarse de entre nosotros a José Mari Garitano en un desgraciado accidente de moto en Armentia, a las afueras de Vitoria.
Tu cabeza no acierta a procesar adecuadamente el suceso, no quieres asumirlo, pero el riesgo de morir en un accidente está ahí. Encima tienes la espantosa sensación que siempre se van los mejores y los más responsables. En cambio los cabras locas sobreviven a todo. Desafortunadamente no va a ser el único amigo que voy a perder en un accidente. Sólo recomendarte que tengas cuidado, que las animaladas las hagas en circuito. Más bien que no hagas animaladas, porque otra cosa que distingue al auténtico ‘petrolhead’ es su capacidad de saber sus límites y asumirlos.
Pero volvamos a mi persona con mi moto nueva y la necesidad de empezar a mejorarla. Lo primero que hago es cargarme los pedales y aprovechar para poner reposapiés en la parte trasera. El filtro de aire desaparece y mi cuarto empieza a parecer (y sigue igual) un taller, lleno de piezas de aquí y de allá que quito o reemplazo. El escape es liberado del silenciador… Calculo que con estas modificaciones he ganado un diez por ciento en prestaciones: he pasado de 40 Km/h. a 44. ¡No es suficiente, hay que mejorar esto!. Pero necesito un garaje para acometer empresas mayores.
Para mas INRI tengo un amigo (por llamar amigo a ese desgraciado) que tiene una Puch también, pero la Cobra, que es de 75cc, y me mortifica con sus pasadas a toda leche: Ese cabrón con pintas increíblemente sigue siendo mi amigo: Javier Gorospe. Encima el jodido se casa de con mi mejor amiga: Susana. Juntos y acompañados por el resto de la pandilla viviremos momentos ‘petrolhead’ memorables. Ya los iré contando. Desde llevar al perro en el asiento de atrás de la moto a atizarle un sartenazo a otro pobre can que salía a mordernos o sumergirnos con la moto en un pantano. Incluso hacer andar una Mobilette con vino… Ya lo contaré, ya. Ah, y contaros como me convertí en cliente preferente de la Michelín.
Así que a partir de la próxima entrega empezaré a contar todas las batallitas ‘petrolhead’ por las que he pasado. Algunas son como poco surrealistas.
PD: Por cierto querido Javi. La policía municipal de Vitoria sigue buscando al cabrón que robó las llaves a todas las motos de la policía que estaban aparcadas en el exterior del estadio de Mendizorroza durante un partido del Alavés… Creo que tiene que ver algo con el mismo que metió una cabra con mala hostia en un pub de la calle San Prudencio…