Saltar al contenido

Viaje Petrolhead: Museo del transporte de Ystafell

Hallábame manejando de gustera mi vehículo con mi habitual sombrero de copa y mi monóculo por la Ring Road islandesa cuando, de repente, dije: «¡Pardiez! ¡Un anuncio de un museo de automóviles!«. En ese momento liberé el pedal del velocitátor y accioné el del decelerátrix hasta provocar al paro absoluto de mi máquina.

El anuncio estaba pintado en la cisterna de un camionaco de los años ’70, aparcado a un lado de la carretera. Si quería llamar la atención, lo consiguió. Bueno, por lo menos la mía.

Es la única imagen que he encontrado, y el tamaño es el que es. Así que os lo imagináis.

Ya que estaba parado, busqué información de dicho museo en internet y me apresuré a ir para allá a ver qué se cocía.

Al llegar a la entrada del museo, un Jeep te recibe. Llama la atención su buen estado, a pesar de estar a la intemperie en el duro clima islandés.

El museo está en una carretera casi perdida de Islandia, y alrededor suyo no hay nada, salvo campo. En el parking nos esperan ya un montón de máquinas varias con las que estar un ratazo entretenido antes de entrar. Mola porque están aparcadas como si fueran de los propios visitantes del museo. (Ya que estamos, ¿conoces el Museo Porsche?)

En Islandia se toman las cosas con calma, por lo que si aparecéis por allí antes de las 10 de la mañana os vais a comer los mocos. Así que podéis tomaros vuestro tiempo con el material que hay fuera, que es interesantísimo. Islandia ha estado muy influenciada por la cultura americana, y se puede ver en los coches que circulan por sus carreteras. Así que este museo va a ser algo realmente interesante si vienes desde Europa continental.

Pero veamos qué hay dentro del edificio, que todavía ni siquiera hemos entrado.

El dueño, y el recepcionista es un muchacho llamado Sverrir. Además de islandés, habla inglés perfectamente, así que no hay de qué preocuparse. Todos sabemos que el nivel de inglés en España es el mejor de toda la unión europea, superando incluso al de los propios británicos. Que se jodan.

Dentro del edificio, lo primero que nos encontramos es un taller de época con infinidad de detalles, e incluso algunos anuncios americanos de los años ’50 que valen su peso en platino, que es más caro que el oro.

Un tractor como éste es el que se le caía a Homer encima una y otra vez en el capítulo del toooomaaaacoooo. No me digáis que no es maravilloso. El capítulo del tomaco y el anuncio.

El museo se compone de dos naves. En la primera, además de dicho taller hay bastantes máquinas, casi todas muy inusuales. Ejemplos:

Una Game&Watch de Nintendo. La de Donkey Kong. Un juegazo. Lo digo en serio. La tengo todavía en casa. Madre mía qué clásico.

Tractores asimétricos. O para peña deforme. Quién sabe.

Tractores convertidos en máquinas oruga que parecen sacados de la película Cars. Es que parece que se va a poner a hablar de un momento a otro, joder.

Un Ford Mustang con una tapicería interior divina de la muerte. A juego con los dientes de oro y el sombrero con una pluma del presunto conductor.

Motos de nieve tope de vintage. Parace hecha por el pavo de Bricomanía.

Motoracos Diesel monocilíndricos de competición…

Madre mía, esto es un flipe. Pero todavía hay más. En uno de los extremos de esta nave está el taller donde restauran los vehículos. Y se puede entrar. Actualmente (verano del 2016) estaban liados con un camionaco que donaron en muy mal estado, faltando cantidad de piezas.

Se lo han currado muy mucho, porque este es el aspecto que tiene de momento:

Así que os podéis hacer una idea de la increíble labor que hacen en este sitio.

Se puede entrar hasta el mismísimo almacén del taller, que es todo un laberinto, y os aseguro que es un flipe. Es como viajar 50 años atrás en el tiempo. Todo está en un ordenado caos vintage.

A través de una puerta se puede pasar a la segunda nave, dónde hay muchísimos más coches.

Aquí hay mayoría de turismos. Ya no hay tractores, motos de nieve o incluso tanquetas como en la otra parte del museo. Muchos de los vehículos han sido donados, y en su parabrisas puede leerse un documento con la historia que ha tenido el coche antes de llegar al museo.

Sí, es un jodido Ford Fiesta. Somos viejos (Mejor, clásicos). Asumidlo.

Todavía nos queda lo mejor. En el vídeo que pusimos pudísteis ver un back yard que daba miedo (a continuación). Pero a la vez molaba mil ver todos esos coches ahí.

Antes de pirarme de allí, asomé la cabeza a ese patio trasero, y flipé una miaja. Le pregunté a Sverrir si podía entrar a echar un vistazo, y me dijo que ningún problema, pero que tuviera cuidado que no me pillara Freddy Krueger, el notas de Scream o la Bruja Piruja.

Parte de lo que vi es lo que muestro en el siguiente vídeo, pero eso no era todo. Algunos de esos coches se quedarán ahí para siempre, pero otros serán restaurados, y otros se usarán de donantes para salvar a otras unidades en mejor estado.

Como siempre, no enseño todo lo que hay. Esto es una demo. Una versión shareware, como aquella versión del Doom II que venía en diskettes. ¿Te acuerdas? Pues eres un puto viejo. Otra vez te lo digo. Ahora me han entrado ganas de volver a jugarlo. Con las voces de Chiquito de la Calzada.

Para verlo y vivirlo (porque este museo es mucho más que ver coches) hay que mover el culo hasta Islandia. Queda un poco lejos, pero con lo jodidamente megaultrasuperflipante que es ese país, merece la pena infinito.

Ystafell está cerca de Akureyri, la que se considera «capital del norte» de Islandia, así que si pasáis por allí, no podéis dejar de entrar. El precio es muy bueno, y Sverrir responderá pacientemente a todas las preguntas estúpidas que podáis hacerle. Os lo digo por experiencia.

¡Mira vuelos a Reykjavík antes de que pete otro volcán!