Tarde del lejano verano del ‘99. Muerto de asco en casa de mis abuelos en un pequeño pueblo de Extremadura. Salir a la calle es una locura. Moriría en segundos casi sin darme cuenta. Los únicos seres que sobreviven ahí fuera ahora mismo son Terminators modelo T-800 y T-1000. Todo lo demás ha perecido por la radiación solar.
Para matar el tiempo decido echar un ojo a una revistilla de coches que me había comprado el día anterior. En esa época las revistas de coches eran interesantes. No había SUV’s. Estaba pasando página tras página hasta que de repente apareció. Un coche diferente. Era una triple comparativa: creo que eran un Audi TT, un Porsche Boxster… y un Honda S2000.
Qué maravilla. Qué diseño. Qué frontal y qué ojete para tirar cohetes trasera. Mi ha embruhao.
Continúo leyendo la comparativa. Comienzan a decir no sé qué de 9000 revoluciones por minuto. Mai got. Lo que dicen de los otros dos coches ya me la pela. Creo que fue la primera vez que le presté atención de verdad a la palabra VTEC.
También decía que su caja de cambios era la mejor que habían probado hasta ese momento. Propulsión trasera. Donde otros motores mueren, este dos litros pega un tirón y se dispara hasta que por fin corta inyección a 9000 vueltas. Parece el relato de una revista porno. Esa máquina tenía que ser mía. Lástima de ser un niño y tener menos dinero que el Equipo A (¿Habéis visto que cobraran al final de algún capítulo? Yo no.). Puta bida tete. Entonces comenzó mi plan malévolo: estudiaría ingeniería industrial y me largaría a Alemania, para ser jodidamente rico. Sí, eso es.
Pero los años pasaban, y yo me quedaba nostálgico mirando la lluvia de otoño a través de la ventana de mi habitación, pensando en aquel S2000 que nunca llegaría. Qué pena más grande madre mía.
En realidad estudié ingeniería industrial por vocación. Porque llevo los coches en las putas venas. Tengo óxido nitroso en la sangre y por cerebro un depósito de gasolina. Bueno, olvidad eso, que los de A Todo Gas me acusarán de plagio.
Por cuestiones del destino, al final acabé de verdad currando en Alemania. Así que mi plan parecía cumplirse punto por punto. Salvo en lo de tirar billetes desde la borda de un barco. Así que me tenía que conformar con una unidad de segunda mano (obvio, ya que se dejó de fabricar en 2009) y que no se fliparan en el precio.
Lo que yo quería, lo tenía claro: quería un S2000 post ’04. El facelift le sienta de puta madre a este coche. Y las nuevas llantas son simplemente perfectas. Es como si hubieran decodificado el algoritmo de mi cerebro y unos japos lo hubiesen hecho realidad para mí. Me encanta.
Comencé a buscar en internet ya en serio, pero los precios se iban de madre. Hay que joderse cómo se flipa la peña. Por otro lado, hay que ver que es un modelo que en su día fue único y que lo será para siempre, porque viendo la tendencia de hoy en día, dudo que se vuelvan a producir coches con motores aspirados de altísimo régimen de giro.
Otra pega que me encontré mientras buscaba es que las unidades mínimamente decentes a relativo buen precio volaban. Es que no estaban ni una semana. Eso, unido a que soy un jodido culo inquieto que no para ningún finde en casa, hacía que no pudiese ir a ver ningún S2000 porque no me daba tiempo.
De hecho, vi una unidad con un kilometraje ya entrado en los 200.000 km y a un precio digamos razonable. Me fui de finde, y a la vuelta ya no estaba. Vuelta a empezar.
Pero no hay mal que por bien no venga, y al comprobar con horror cómo esa unidad había volado, me di cuen que apareció otra. El kilometraje era algo inferior, el precio algo superior, era del 2006 por lo que ya tenía VSA (control de estabilidad) y se veía cuidado. Le comento a mi jefe, al cual llamaremos Mr. T (no tiene nada que ver con M.A. Barracus) si me puede acompañar a echar un ojo al coche. Llamamos al dueño para hablar de la visita, pero no concretamos día. La idea era ir el sábado (un sábado que me quedaba en casa, vivir para ver), pero me dice mi jefe: «¿y si vamos el viernes?». Le digo que OK. Llamamos al tipo del coche y también le va bien. Chocolatástico.
El viernes tiramos para allá y de camino, cómo no, llueve. Un clásico de las autobahn.
Llegamos al destino, y el dueño del coche ya nos está esperando. Se ve un tipo normal. Temía encontrarme con alguna especie de personaje asilvestrado o algo así. Pero no. Se le ve con estudios y va aseado. La impresión es buena. El hombre me hace firmar un documento para el seguro antes de dar una vuelta de prueba. Tomad nota. Los alemanes nos llevan lustros de ventaja. Desde siempre.
Antes de ver el vehículo charlamos con el dueño y luego vamos al parking donde está aparcado. Al girar la esquina, allí estaba. Negro, con las llantas plateadas de serie que brillaban como su puta madre. Sus faros miraron mis ojos y supimos que estábamos hechos el uno para el otro. Pero no había que precipotarse. Mr. T y yo empezamos a revisarlo a fondo y a hacer algunas preguntas al propietario. No encontramos nada remarcable. El coche estaba en muy buen estado. El dueño había hecho varios arreglos y le había añadido algunos pequeños detalles, pero en general el coche estaba de estricta serie. Justo lo que buscaba. Le comento que quiero hablar con mi jefe un segundo y nos apartamos. «Este es mi coche» le digo. A él también le pareció que era una buena oportunidad, así que la cosa estaba decidida… por mi parte.
Volvemos con el dueño y le digo que si llegamos a un acuerdo con el precio, me lo llevo. Le alargo la mano y el tipo me suelta: «es que me ha llamado un tío diciendo que me paga 1000€ más y que se lo lleva mañana». Será cabrón. Me pone los dientes como para rayar el suelo y ahora me dice que lo más seguro es que esté vendido. Porca miseria. Me comenta que el lunes me llamará tanto si se lo han llevado como si no. Así que pa casa. A seguir mirando por la ventana cómo llueve.
Pero la vida da muchas vueltas, amigos míos, y el tipo me llama el sábado por la mañana para decirme que el otro notas no ha aparecido y que va a poner el contrato a mi nombre. FUCK YES. Nudo en la garganta. Pito encogido y los huevos como los de un león. Escalofrío por tol cuerpo. Cuando el riego sanguíneo vuelve a la normalidad, llamo a mi jefe y le digo lo que ha pasado. Me comenta que el lunes llamaremos para acordar el día de recogida con el vendedor.
El martes nos dirigimos a Bonn a recoger el coche. No hay imprevistos. Todo va como hemos planeado. Llegamos, y el tipo ya nos había preparado el coche y todo lo que iba incluído en el precio (ruedas de invierno y varias cosas más). Antes de irme me da algunos consejos como por ejemplo qué combustibles le debo echar. Según me dice, no vale con echar cualquier gasolina de 98 octanos. Solo valen de la marca Aral y Shell. Lo demás es mierda, me comenta. Pos bueno, pos fale. Antes de desaparecer, me dice que lo cuide. «Como a una princesa», le digo. Aunque sea una princesa un poco guarra, porque al S2000 hay que darle duro para disfrutar de sus encantos.
Es curioso ver cómo le cuento a la gente que me conoce que me he comprado un Honda S2000, y me felicitan. Como si hubiese tenido un hijo o algo así. Eso me hace pensar que la gente le da mucha importancia a conseguir algo que siempre has deseado.
Aquí no he entrado en detalles técnicos sobre el coche. Creo que hay infinita información en internet, y no voy a descubrir nada nuevo. Tampoco quiero crear la imagen de que me gusta solo porque me parece bonito. Desde el minuto cero me obsesioné con su mecánica. No lo pude probar en persona hasta el verano del 2015, y el encuentro fue incluso mejor de lo que me esperaba, que es mucho decir. Para mí, esta máquina es una jodida obra de arte, no solo por lo precioso que es, si no por esa maravilla que tiene debajo del capó y la caja de cambios, que parece hecha por joyeros.
A veces es verdad que le doy duro. Quiero notar el tirón del VTEC y cómo chilla el motor pidiendo más caña. Me enciende. En esos momentos parece que se distorsiona el espacio-tiempo y todo pasa como en un universo paralelo. No te enteras de lo que ocurre a tu alrededor. Solo oyes el motor subir de vueltas como un demonio, solo ves el tacómetro acercándose a las 9000 rpm en una estirada que parece no tener fin, y solo sientes tu espalda que intenta hundirse en el respaldo. Si no tuviese conocimientos técnicos, diría que se trata de magia. Pura magia.
A veces le doy duro, pero muchas veces me gusta rodar a 100 por hora. Suave, degustándolo. Es como un buen vino de una cosecha que sabes que no se va a volver a repetir.
En fin, esta es la historia de otro S2000 que cambia de manos. Esta vez ha caído en las mías. Aunque mirándolo bien, parece que soy yo el que ha caído en sus garras.
EXTRA: ¡Y aquí no sólo tienes uno, si no DOS Honda S2000! ¿Qué diferencias hay entre la versión del 2000 y 2006? ¡Sólo en nuestro canal de Youtube!